Pues resulta que la señorita Melania (ex-compi de vuelo y seguidora del blog – ¡Saludos Mel!) y yo misma, estábamos un día volando por ahí cuando en Crew Control nos agasajaron con una bonita escala de 4 horas en Barajas.
Por aquel entonces, la compañía para la que volábamos estaba en la T3.
Sí, sí habéis leído bien, era la T3 de Madrid Barajas.
La T3 de Madrid Barajas
La T3 no es un invento, es real. Es decir, de la T1 y la T2 no se pasó directamente a la T4, sino que siempre existió un pedacito de terminal alojada en un rincón de Barajas desde la que embarcaba el pasaje de “aviones pequeñitos”.
La T3 era un poco coñazo, porque estaba lejos de todo lo “guay” del aeropuerto (dutifrís, restaurantes, tiendas y demás imanes para pasajeros) pero las tripulaciones que volábamos desde allí la considerábamos como nuestra segunda casa. Era el centro de operaciones cotilleóticas, de intercambio de uniformes, de trapicheo de pareos y bikinis traídos desde Thailandia. Allí vivíamos sonrísas, lágrimas, devaneos amorosos, rupturas, peleas, reconciliaciones…y bueno, de vez en cuando también hablábamos del avión.
En fin…volvamos a aquel día.
Mel y yo acabábamos de llegar desde Sevilla a Barajas y nos disponíamos a comer nuestro doble whopper del Burger King que habíamos comprado en el aeropuerto de San Pablo. Nos asentamos en nuestra sala de firmas de la T3 y nos dejamos llevar. Teníamos 4 horas por delante hasta que un vuelo nos situara (es decir, nos llevara como pasajeras) a Murcia para sacar al día siguiente el primer MJV-MAD (Murcia-Madrid) de la mañana. 4 horas de aburrimiento, 4 horas de cansancio y 4 horas de…
¿Oye-Luci-nos-vamos-de-compras-por-la-terminal?
Sí, lo sé. Sé que abro la Caja de Pandora para todos los que penséis que las azafatas de vuelo somos como las azafatas de vuelo de Pan Am (serie), niñas monas (unas más que otras, sobra decir) a las que solo nos importa el dinero, las compras, el glamour y un par de cosas más que quedaría mal decir por aquí. Sé que los que pensáis así creeréis que ganáis la batalla contra la azafata; pero, mis querido gañanes, hay que daros una de cal y una de arena para que os sintáis realizados. Así que hoy os dedico el post.
Total, que allá nos fuimos la señorita Mel y yo a fundir nuestros miles de millones de Euros en trapitos y tonterías. Y ya cansadas de comprar y contonearnos por la terminal decidimos, como no podía ser de otra manera, irnos a la pelu de la T2.
Yo estaba tan cansada que me quedé dormida en uno de los asientos mulliditos de la esteticien y Mel decidió que no era suficiente peinarse, sino que además iba a ponerse el tinte en el pelo.
Tinte para arriba, tinte para abajo, cuando nos dimos cuenta…se nos había hecho un poco tarde.
- MEL: Ay! Ay que se nos ha hecho tarde! Que ya deben de estar embarcando!
- YO: Que va, que va…si embarcábamos a las… a las…ahora!!
Bien, correcto.
Nosotras en la pelu de la T2, y nuestro vuelo terminando de embarcar en la T3.
Así que allí nos fuimos con el uniforme puesto, cargadas con las bolsas, corriendo y gritando ¡paso, paso! eso sí, oigan, Mel divina con su pelo negro.
- SEÑORITA DE LA PUERTA DE EMBARQUE: ¿No seréis vosotras las que faltabais en el vuelo, no?
- YO: ¿Cómo que FALTABAIS? Será FALTAN
- MEL: Es que nos retrasamos. Pero ya está. ¿Podemos pasar?
- SEÑORITA DE LA PUERTA DE EMBARQUE: No. El avión ya se ha ido.
- MEL: ¿Cómo que se ha ido si lo estamos viendo ahí?
- SEÑORITA DE LA PUERTA DE EMBARQUE: Bueno, pero el vuelo está cerrado. No podéis pasar
- YO: Mira, tenemos que subirnos a ese avión (con cara de “bonita, no ves que llevo uniforme y soy superazafata guay”) Dependemos de él, tu verás…
- SEÑORITA DE LA PUERTA DE EMBARQUE (con cara de “me importa tu uniforme lo mismo que tu”): Ya. Pues no pasáis.
- MEL: ¿Quién es el comandante? Seguro que nos deja pasar. ¿Puedes avisarle?
Y mientras la señorita de la puerta de embarque nos explicaba sus motivos para no dejarnos pasar mientras miraba con cara de sospecha todas nuestras bolsas, vimos como aquel avioncito salía de parking para irse a la pista.
- MEL: Nos van a matar Luci…
- YO: No, que va…ahora inventamos algo. Decimos que yo me puse enferma y que tu me acompañaste al médico o algo así.
- MEL: Vale, pero tenemos que llegar igual a Murcia para mañana!
- YO: ¿Nos vamos de extras en otro vuelo?
- MEL: ¡Sí! Vamos a que nos digan cuáles salen esta noche hacia allá…
Y gracias a la enorme amabilidad de un comandante de no me acuerdo qué compañía, aquella noche pude dormir en el hotel de Murcia y librarnos de la tan temida bronca.
Así que ya sabéis, en las escalas, si tenéis una horita muerta, podéis iros de compras, a la pelu… y lo de teñirse el pelo, ya queda a vuestra elección.
Esta claro que la culpa fue de la señorita de la puerta de embarque, que fue la que nos lió.
Y es que cuando te vuelves pasajero, la culpa siempre la tienen los demás, ¿verdad?
Photo by Photocapy and Featured Photo by Skitterphoto from Pexels