Hay algo común en todas las personas que se acaban de enterar de que eres azafata…todas, todas, absolutamente todas te dicen lo mismo: ¿Azafata? Vaya! Entonces conocerás muchas ciudades, ¿no?
¡Pues no! No conocemos muchas ciudades…no conocemos muchos países, no nos sabemos el callejero de París o de Berlín de memoria. Eso sí, en aeropuertos y hoteles no nos gana nadie…
Que tu llegas a las tantas de la noche a Bolonia y lo que menos te apetece después de haber dado comiditas calientes a los pasajeros, de haber cargado con las maletas (esas que os dije que no cabían en el overhead bin, aunque estén homologadas) y teniendo los tobillos hinchados como balones de rugby, es salir a patear la ciudad. Eso lo haces los primeros meses de vuelo, cuando preparas la maleta con 2 vestidos, 3 faldas, 1 pantalón, 5 camisetas, 1 abrigo, el secador de pelo, 2 pares de zapatos, el paraguas y un bolso…y todo para una única noche fuera de casa; porque quieres aprovechar todas las horas de descanso para darte un paseíto por la ciudad, para tomarte un café en la plaza mayor de la ciudad (ese café que te cuesta 3 veces más que en cualquier otro sitio…y que te dá igual, porque tu lo que quieres es sentirte realizada en la placita).
Pero cuando ya llevas más de 6 meses volando, lo que te apetece es llegar al hotel, quitarte el uniforme, bajar a la piscina a darte un bañito, ponerte cómoda, cenar e irte a dormir.
Pero antes de todo esto, y en cuanto haces el check-in en el hotel, hay una pregunta obligatoria que hacerle al chico de recepción. Y no, no es “hasta qué hora está abierta la piscina”, o “A qué hora es el desayuno mañana”; ni siquiera es “me puede despertar a las 5.45”. La pregunta obligatoria es: “¿Quién está en el hotel?”
Y es indispensable, porque la respuesta marcará tu estancia hasta que te marches…dependiendo de lo que te digan, o te recluyes en tu habitación cual personajillo antisocial (que solo te falta decirle al chico del room service “enseña la patita por debajo de la puerta”), o te dejas caer por todas las zonas comunes del hotel hasta encontrarte “casualmente” con quien te interesa.
Generalmente, lo más común es la primera opción. La de encerrarte hermitañamente. Llegas, te quitas la falda, te dejas el matapasiones, te sueltas el pelo y te tiras en la cama mirando fijamente la televisión. Ahí, con atención, como si estuvieras entendiendo algo de lo que están diciendo…y no, no entiendes nada de lo que dice Svetlana a Vladimir. Lo intentas, lo intentas, pero no hay manera…
Así que te pones a hacer zapping, y lo que terminas viendo es la teletienda rusa.
Porque en la Teletienda no hay mucho que entender…que si el picador de carne por aquí, que si la cama hinchable por acá…Que si el Jes-Extender por más allá…eso, cosas internacionales, gráficas…
Y ese es el panorama: tu compañera la novata, que ha salido por Moscú a dar un paseo. Que si llega a ser Pakistán, sale igual..solita, para tomar el café en la placita…
Que tu ya no sabes si salir a buscarla o llamar a la Militsiya por si la han cogido para una trata de blancas.
El comandante desparecido…
Y al final te marchas de Rusia y te sientes un poco perdida.
Eso sí es conocer muchos países…o no?