Esta mañana entre mail y mail, he escuchado una frase infernal que salía de mi tele:
“Colecciona exclusivos utensilios para preparar, decorar y disfrutar infinidad de deliciosos postres con Hello Kitty”
¿Por qué? ¿Por qué? No es suficientemente empalagosa la gata sin boca como para que ahora nos empalaguen todavía más con moldes rosas para tartas, lacitos fucsia y glitter everywhere?
No sé por qué le tengo tanta manía a Hello Kitty. Ni de pequeña me hacía gracia. Pero creo que la culpa del aborrecimiento la tiene una niña de unos 3 o 4 años que llevé una vez en el avión.
Aquel vuelo fue uno de esos vuelos raros. Un embarque perfecto, una calma especial en la cabina…una extraña atmósfera típica y previa a la llegada de un huracán.
Todo fluía a la perfección hasta que una adorable pequeña vestida con traje de princesa, y que había entrado dormida en brazos de su padre, se despertó en medio del servicio a bordo, agitando un peluche tipo llavero, bastante mugroso y gritando:
- ¡Mamáaaaa Kitty tiene piiiiiis!
- Espera hija, que ahora pasan las chicas con el carro y nos levantamos.
- Noooo! ¡Hello Kitty tiene mucho piiiiiis!
En ese momento nuestro carro de zumos pasaba 3 filas por delante de la niña, que al ver que ya quedaba poco para llegar a ella, se olvidó de su “¡piiiiiis!” y empezó la nueva cantinela con:
- ¡Mamáaaa Kitty quiere zumo de manzana!
- Sí hija, ahora te lo pido
- ¡No mamáaa ahoraa. Kitty quiere ahora. Zumito de manzanita!
Y yo que ya llevaba 3 pasajeros escuchando lo del zumito de manzanita, sabía que se iba a armar buena:
- Una cerveza sin alcohol para mi mí. ¿Roberto, tú qué quieres? Una coca-cola…y para la niña un zumo de manzana.
- Lo siento pero no tenemos zumo de manzana. Se lo puedo poner de piña, melocotón, naranja y tomate.
Y la niña, que estaba hablando con la gata mugrosa, contándole lo rico que iba a estar el zumito de manzanita, se giró hacia mí con la misma cara con la que Regan MacNeil miraba al padre Karras:
- Zumito de manzanita para Kitty
- Hola guapa. No tenemos zumito de manzanita. ¿Quieres uno de naranja?
- Naranja no. Manzanita para Kitty
- Manzanita no tenemos. Te pongo uno de naranja que está muy rico…
Lo siguiente que recuerdo fue una especie de furia desbocada. La niña gritaba como una histérica y pataleaba el asiento de delante. Visto el percal, le puse la cerveza y la coca-cola a sus padres, y pasamos de largo.
Llegamos al galley y echamos la cortina para no ver el escándalo que se estaba montando, apostando cuánto tardaría el primer pasajero en protestar por la situación; pero antes de que eso sucediese, la cortina del galley se abrió y apareció la niña de la mano de su madre:
- Hola, lo siento, pero “Kitty” se ha hecho pis en el asiento.
- ¿Cómo que Kitty? Será su hija la que se ha hecho pis, ¿no?
Esta vez la niña estaba callada, me miraba muy seria, con su gata debajo del brazo…
- Sí, bueno…se hizo pis ella, pero para que no le de vergüenza, decimos que ha sido Kitty
Bárbaro, señora… Usted es la responsable de que su hija monte los escándalos que monta, de que con más de 3 años se haga mee en el asiento, que tenga complejo de “Flanders” con su zumito de manzanita, y que además goce de doble personalidad.
- Bueno, ahora se lo soluciono.
- ¿Nos puede buscar unos asientos nuevos mientras vamos al baño? Voy a cambiarla.
- Pues mire, lo siento, pero solo quedan 2 asientos libres en el avión. Uno en la fila 3 y otro en la 12.
Y allá nos fuimos mi compañera y yo… Yo con un asiento “nuevo” (llevamos cojines de reserva para estas cosas), ataviada con guantes de látex, y mi compi con cabezales por si eran necesarios para poner en el suelo.
Cuando estábamos en plena maniobra, con el padre de la dulce criatura mirando para nosotras, una especie de grito avernal procedente del baño, llegó hasta la fila en la que estábamos:
- Kittyyyyyyy! Nooooooooo! Nooooo! Socorroooo!
Y al abrirse la puerta, la niña salía roja, casi sin respiración, llorando a Kitty como una auténtica plañidera.
El flush del baño es el demonio
La primera vez que me subí a un avión, con unos 6 años, fue para volar a Canarias con mis padres. Me enamoré del avión, del piloto que nos recibía a la entrada, de las azafatas, de las nubes… Ahí decidí que iba a centrar todos mis esfuerzos en ser azafata y que nada me cambiaría esa idea.
Nadie. Nada.
Nada, hasta que entré en el baño del avión y apreté aquel botón, que en mi mente inocente era como tirar de la cadena en casa, y me quedé horrorizada. Paralizada. El terror poseyó mi cuerpo y del susto casi me entran ganas de vomitar.
Me dejó completamente traumatizada y me replanteé lo de ser azafata cuando fuese mayor.
- Mamá, no quiero ser azafata.
- ¿Por qué, Luci? Si hasta hace un rato decías que era lo mejor del mundo.
- Por el flush del baño. Me aterra
- ¿Por el qué?
- ¿Has tirado de la cadena en el baño? Es como un aspirador gigante capaz de arrancarte un brazo. Hace un ruido infernal.
En mis sucesivos vuelos como pasajera, y antes de ser TCP, hacía una especie de terapia de choque y aunque no tuviera ganas de ir al baño en el avión, me obligaba a entrar y apretar el flush.
Calculando 4 saltos cada día, volando una media de 18 días al mes y sumando todos los vuelos como pasajera, calculo que habré hecho más de 2000 vuelos en mi vida. A día de hoy, me sigue aterrorizando el flush. Si tengo que utilizar el baño del avión, me aseguro de apretar el botoncito con la tapa bajada y la puerta del baño abierta para salir corriendo.
Sé que es una tontería, pero así evito que me pase lo mismo que a la niña meona de Hello Kitty.
Hello Kitty viaja a través del agujero infernal
La niña lloraba desconsolada.
- Perdona, ¿hay alguna manera de recuperar algo que se ha tragado el retrete?
Lo sabía…sabía que un día el w.c. se iba a vengar y se intentaría tragar a algún niño meón con su poder del flush. Pensé que quizá había intentado absorber un brazo de la niña, arrancándole las pulseras de plástico rosas que llevaba puestas.
- No señora, lo siento. El flush es el demonio. Lo que se traga, se lo queda. ¿Está bien la niña?
- Sí, ella sí, pero estaba poniendo a su Kitty a hacer pis cuando yo apreté el botón y en ese momento se le cayó al retrete. Se esfumó. ¿De verdad que no se puede recuperar? ¿No estará en el desagüe o algo así?
- No. El flush no va a ningún desagüe. Va a un depósito gigante; como un agujero negro. Algo horrible. (Además, no pude evitar pensar en la guarrada que supondría coger a esa gata mugrienta, bañada en líquido azul del wc…y de lo que no es azul).
Así que la niña se pasó los 40 minutos restantes hasta el aterrizaje lamentándose por su Kitty. Fue una gran pérdida.
Ahora el depósito del flush de ese avión es un oasis de purpurina y huele a fresas. Hello Kitty, mártir del flush.