Home Mi experiencia trabajando como TCP Pasajeros cabezones: “es triste de robar, pero más triste es de pedir”

Pasajeros cabezones: “es triste de robar, pero más triste es de pedir”

by lucyintheclouds

Que cunda el pánico. A partir de hoy cada vez que os subáis a un avión, vais a tener una extraña sensación cuando alguien abra el compartimento en el que tenéis vuestra maleta.
Porque sí, queridos, lo de robar es muy triste, pero los pasajeros no solo roban chalecos salvavidas o cinturones. También roban carteras, cámaras de fotos, móviles, bufandas, gorros, ordenadores e incluso, los más fetichistas, los guantes de los TCP, las sobrefaldas para dar el servicio o los zapatos bajos.
Los amigos de lo ajeno además de apropiarse de cosas como esas, se llevan otras tan estúpidas como los tarjetones de seguridad o los cabezales de recambio de los reposacabezas.

En uno de mis paseos por el aeropuerto de Niza me topé con una mamá que estaba alimentando a su pequeño con una especie de papilla verde. Tenía dos cabezales en su poder: uno servía como guante protector para no ensuciarse su delicada mano francesa, y el otro como babero para el retoño.

A mi que se llevaran los cabezales me importaba más bien poco. Lo que ya me mosqueaba más era que se llevaran la cámara de fotos que estaba metida dentro de mi bolso, que estaba metido en un rack que ponía “solo tripulación”.
Claro que pensándolo bien, lo de “solo tripulación” para un pasajero cabezón es el equivalente a “prohibido pulsar el botón rojo” para el resto de los mortales.

Sinceramente no sé qué me cabreaba más, si lo de la cámara de fotos o que se llevasen mis guantes del uniforme. Que os parecerá una tontería, ¡pero lo de los guantes es algo muy personal! Al principio los guantes están demasiado rígidos y con el paso del tiempo se van ablandando y tomando la forma de la mano. Es como tener una segunda piel.
Y cuando por fin lo has conseguido, zas! en toda la boca!. Resulta que el pasajero imbécil de turno te birla los guantes.
Y no falla. Si tienes vuelo de supervisión, el día anterior alguien te robará los guantes. ¡Punto para la supervisora!

El robo del chaleco: un clásico

El niño rubio de tirabuzones se pasó todo el vuelo sentado en el suelo del pasillo, toqueteando el chaleco de debajo de su asiento.
Yo atisbaba desde el otro lado de la cortina esperando el momento de sorprenderle mientras robaba el chaleco. Lo tenía clarísimo. Y probablemente no había sido idea suya, si no de alguno de sus progenitores, que aprovechando la cara angelical de su vástago, le habrían incitado a que robase aquella joya hinchable.

4,3,2,1… ¡ya! El pequeño ricitos de oro cogió el chaleco y lo metió en la bolsa de mano de su madre, ante su atenta mirada y la sonrisa triunfal de su padre.
Abrí de golpe la cortina y desde la parte delantera de la cabina, hice un gesto a los padres del niño para que se acercaran al galley. Obviamente, mandaron de recadero al pequeño ladrón, que no tendría más de 5-6 años:

  • Hola niño. ¿Le dices a tus papis que vengan a hablar conmigo?
  • Están durmiendo.
  • Ya… pues ven conmigo que vamos a ir a despertarles.
  • Hola señores. Perdonen que les “despierte” (ese “despierte” lo dije con el típico tonito asqueroso rintintinero y azafatil)
  • Ay! ¡Perdone! ¿Ha hecho algo Pablito?
  • Sí. Pablito ha robado el chalequito salvaviditas y se lo ha metido en su bolsa.
  • ¡Uy! Pero Pablito, ¿cómo haces estas travesuras? ¿No ves que las cositas del avión no se pueden robar?
  • Pero mami, pero si tú…
  • Anda, quédate aquí sentadito con papá y con mamá.

La señora, con la cara roja como un tomate, me devolvió el chaleco y volvió a cerrar los ojos. El padre se escondió detrás de su Marca y no volvió a salir hasta que el avión aterrizó en el aeropuerto.
A penas había bajado por la escalerilla del avión el último pasajero, mi compañera y yo chequeamos los chalecos como en cada escala. Hasta que comprobásemos que todo estaba bien, no le podíamos dar el ok a la jardinera (el autobús) para que los pasajeros llegasen a la terminal.

  • ¡Falta un chaleco!
  • No me digas más. ¿Es el de la fila 5?
  • Se va a enterar la familia…

El conductor de la jardinera apagó el motor cuando me vio bajar por las escalerillas del avión.

  • Hola Fernando.
  • Hola Lucía. ¿Hay algún problema? ¿Chalecos, cinturones o guantes?
  • Chaleco.

Lo pasajeros empezaron a preguntar que por qué no se movía el autobús. Cuando me vieron entrar se quedaron en silencio. Yo me aseguré de hablar lo suficientemente alto para que el ridículo fuera mayor:

  • Hola señora. Me falta el chaleco de debajo del asiento de su niño… otra vez.
  • ¡Uy! ¿Pero qué dices? Nosotros no nos hemos llevado nada.
  • Ah bueno, pues nada. Hasta que no aparezca el chaleco, aquí no se mueve nadie.
  • ¿Nos estás llamando ladrones?
  • No, señora. Le estoy recordando que su hijo robó un chaleco durante el vuelo y lo metió en su bolsa. Casualmente, ahora me falta de nuevo el chaleco. ¿No lo tienen ustedes? Vale, pues esperen un momentito:
  • Señores, falta un chaleco. Como ya saben, está estrictamente prohibido retirar material de emergencia del avión y me veré en la obligación de avisar a la Guardia Civil para que chequee sus maletas, hasta que aparezca el chaleco. Así que… me voy a girar, voy a subir por la escalerilla del avión y les voy a dar 2 minutos para que aparezca el chaleco. Déjenlo en el suelo. Por cierto, hay pasajeros en conexión, así que de ustedes depende que no pierdan el siguiente vuelo.

No era verdad. No había pasajeros en conexión, pero mientras me bajaba escuché cómo se creaba una especie de atmósfera de mal rollito con comentarios y cuchicheos.
Cuando regresé a buscar el chaleco, me encontré con el chaleco, dos tarjetones de seguridad, una manta… ¡y un paquete de servilletas! ¡Un paquete de servilletas!…
El niño me miraba fijamente y el resto de pasajeros miraba a sus padres.

Mis poderes de superazafata habían vuelto a funcionar.

Un consejo: Si robáis chalecos, no robéis el que está debajo de vuestro asiento. Y calculad el tiempo que vais a pasar en la jardinera si la azafata os pilla. Lo digo porque sí suele haber vuelos en conexión, reuniones, reencuentros… ya sabéis, esas cosas de aeropuertos. Después vienen los retrasos y los disgustos. Avisados quedáis.


img: ADVERTISING by Deklofenak

Imagen de Bonnie Henderson en Pixabay

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13 comments

virginia junio 11, 2012 - 16:57

Increíble. Sin palabras.

La verdad es que la gente tenga que robar un paquete de servilletas, dá un poco de pena, porque si te has podido permitir un vuelo, dudo mucho que no tengas para servilletas…

Me ha encantado la manera en la que imponias respeto en la jardinera para que te devolvieran el chaleco. Muy grande.

Un saludo 🙂

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Jose Ramon junio 11, 2012 - 17:37

En este país, normalmente el listo de turno roba algo para darse cuenta después de que no tiene uso alguno, y lo tira pasado unos minutos.

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Miriam junio 11, 2012 - 19:09

Jaaja nunca dejaré de reírme con tus entradas, Lucía! Sobretodo con lo de ”Mis poderes de superazafata habían vuelto a funcionar.”

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juan junio 11, 2012 - 21:21

Hola. Sé que es estúpido porque siempre revisáis el avión, pero desde que una idiota me dijo que lo había robado, siempre toco debajo del asiento a ver si está. Lo curioso es que eso salió en una conversación donde se quejaba de los equivalentes a pasajeros cabezones en los hospitales con las enfermeras, ella era enfermera, y ladrona de chalecos.

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Espe junio 12, 2012 - 08:12

Madre mía, es que la cutrez del género humano nunca deja de sorprenderme…

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Jose junio 12, 2012 - 10:09

Por cierto, me he acordado de algo parecido, leído en

http://www.microsiervos.com/archivo/mundoreal/premios-semi-darwin.html

La siguiente historia es verídica, narrada por alguien que estaba allí.

Al parecer hace un tiempo se puso de moda usar como hebilla de cinturón para los pantalones las hebillas metálicas de los cinturones de seguridad de los aviones. Esos curiosos complementos se vendían como cinturones de diseño en algunas tiendas, pero algunos pícaros preferían robarlos de los aviones: se ahorraban un dinerillo, a pesar de que eso supusiera un problema grave en el avión al poco tiempo.

En un vuelo internacional uno de esos listillos decidió robar una de esas hebillas. Al embarcar el siguiente pasaje el vuelo iba completo, de modo que causó un gran problema (aunque llevaban piezas de repuesto y lo repararon). La tripulación decidió como escarmiento, hartos de tanto abuso, avisar a tierra de quién era el que había robado la hebilla (porque tenían su asiento y su nombre) suponiendo que probablemente andaría todavía por la terminal.

Le encontraron en el control de pasarportes. Al examinar su equipaje de mano descubrieron que llevaba algo así como un kilo de cocaina escondido… además de la hebilla robada.

Sin duda acabó una prisión de toma-mi-culo-y-que-te-aproveche a causa del incidente. Y todo debido a que se lo ocurrió robar una tontería de hebilla… mientras cometía un delito mayor.

Lo cual nos lleva a la siguiente conclusión: debería instaurarse una nueva versión de los Premios Darwin para todos aquellos personajes que, si bien no mueren en la acción, acaban en la carcel a causa de sus actos estúpidos. Aunque, visto lo visto en los últimos años, parece que esas cárceles estarían también a rebosar.

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Arantxa junio 12, 2012 - 10:15

Bueno me parece increíble que la gente pueda pasar un kilo de cocaína y después a los demás nos estén dando la lata con unas pinzas de depilar y otras tonterías. En fin…

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Miriam junio 13, 2012 - 17:49

Ya te digo! Pinzas de depilar, cortauñas, limas, y un sinfín de imbecilidades…
¡Como si el delincuente no tuviera más que coger un paraguas y matar a garrotazos al resto del pasaje!

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Nuri julio 26, 2012 - 10:42

Tal cual! Como si alguien que realmente tiene malas intenciones no pudiera…
– Utilizar una pluma fuente para acuchillar a alguien (si encima reemplazas la tinta del cartucho con curare, éxito asegurado!) Con el entrenamiento correcto, un buen boli también sirve.
-estrangular a alguien con la correa del bolso de mano (si está durmiendo a tu lado, para cuando se den cuenta y te reduzcan el alguien y la ha palmado)
– rellenar los inocentes frasquitos de menos de 100 ml de tu equipaje de mano con cianuro, ácido, etc. (en serio, qué coño sabe el segurata si lo que tengo en el frasquito es champú y no crema de heroina o algo así? La próxima vez me los lleno de zumo y me ahorro los snacks carísimos de Racanair!)
– romper la botellita de vino del servicio contra la pata del asiento para hacerse de un arma cortante. O desarmar una latita de gaseosa, filosa cual navaja.

Y estas son las que se me ocurren aquí y ahora, sin pensar, que si me pongo en modo Mc Gyver, mañana tengo a la NSA volándome la puerta de casa.

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Arantxa junio 12, 2012 - 10:10

Increíble, lo de robar cosillas por hacer la gracia. Muy entretenido el post!!

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Diego junio 13, 2012 - 22:43

Buenisimo, nunca dejas de sorprendernos con tus articulos, que aunque muchas veces no te lo agradezcamos por escrito, que sepas que nos hacen pasar muy buenos momentos, y aprender cosas nuevas cada dia. Curioso es que los pax se lleven la Safety Card, Lifejacket, seat belts, pero que se lleven TUS guantes y TUS zapatos de servicio, y las servilletas, es la MOMDA!!! Madre mia, cuanto ladrón hay por ahi…

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Israel julio 1, 2012 - 00:22

Yo el año pasado al llegar a Menorca me encontré un chaleco en el suelo del avión, no se si lo intentaron sacar o si se cayó. El caso es que como era el último que salía del avión, (Estaba embobado con el erj de AIA) lo recogí, me fijé en el número de asiento y al salir por la puerta se lo entregué al tcp con el número de asiento.
Me acordé de este blog en aquel momento 😀

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Miguel Ángel diciembre 2, 2012 - 22:11

Se lo llevan los pasajeros y se lo llevan algunos empleados. Ejemplos, uno de tierra y otro de vuelo. Tierra: Hace unos años, en un aeropuerto europeo, me avisan que el comandante solicita policía a la llegada del avión. Me persono con la autoridad y, ¡oh, sorpresa! , un empleado de tierra en viaje de servicio …le había robado la cartera a la pasajera sentada junto a él. La cartera apareció y la empresa tuvo un trabajador menos.
Vuelo: Le compro a mi mujer unos zapatos en la tienda de Carolina Herrera del aeropuerto. Tras haber puesto mis bultos de mano en su lugar correspondiente me piden que cambie de asiento para unir a una pareja y dejo la bolsa donde estaba.Al llegar al destino salgo del avión y cuando estoy aún en la pasarela, vuelvo sobre mis pasos pues la había olvidado …para descubrir que una azafata en situación se daba mucha prisa en esconderla. Obviamente la recuperé y ella se salió sin el botín y con unos cuantos adjetivos calificativos.

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