Home Mi experiencia trabajando como TCP Azafatas con tiempo libre que se convierten en turistas: entre plata bereber y alfombras en Túnez

Azafatas con tiempo libre que se convierten en turistas: entre plata bereber y alfombras en Túnez

by lucyintheclouds

“¿Departamento de Crew Control? ¿qué es este código que aparece en mi programación? Nunca me lo habíais puesto antes. No sé qué significa…
Eso es un vuelo charter, Lucía. Bienvenida al selecto grupo de las chicas-charter. Enhorabuena.”

Cuando llevas un tiempo volando, tienes buenos informes, destacas entre tus compañeras por ser pro-empresa (o aparentarlo), no has engordado 5 kilos comiendo brownies y además te llevas bien con las supervisoras, te ganas el puesto de “chica-charter”.
Sólo unas pocas, muy pocas “afortunadas” en cada base disfrutábamos de ese premio, que consistía en llevar a equipos de fútbol de primera división, políticos o grupos de grandes empresarios y ejecutivos.

Para envidia de las que no eran “chica-charter”, que creían que éramos unas afortunadas, trabajábamos el doble de lo que se trabajaba en un vuelo normal y acabábamos el triple de cansadas.
Antes de salir de nuestra base con el avión en vacío para recoger a nuestros pasajeros, revisábamos 20 veces que el catering había cargado toda la comida especial para el vuelo. Bandejas de lomo ibérico, jamón de jabugo, los mejores quesos, caviar, cava, pastas, pasteles y otras delicias que no se servían en los vuelos regulares.

El vuelo en sí consistía en pasar bandejas y bandejas de comida y bebida para que a los pasajeros no les faltase de nada. Un trato exquisito, atención VIP y en definitiva, esforzarnos porque todo saliese perfecto. No nos permitíamos ni un pequeño fallo.
El vuelo charter no era complicado. Era tremendamente agotador.



En aquella ocasión, llevábamos a bordo a 30 ejecutivos con sus respectivas mujeres, con destino Túnez. Creo que se trataba de un congreso, así que el pasaje iba muy relajado (nada que ver con los nervios previos al partido de fútbol, al cabreo por no haber cerrado un buen contrato o la seriedad protocolaria de algún ministro).
Llegamos a Túnez sobre las 12 de la mañana.

Recuerdo que al abrir la puerta del avión para desembarcar, una bocanada de calor me abofeteó en la cara. Me recordó al momento en el que abres la puerta de la sauna y por 2 segundos te quedas sin respiración.
Yo ya había estado en Túnez en una ocasión, pero no recordaba el calor que hacía en aquel país.

  • Maripili, prepárate. Hace más calor que en una panadería de Mordor. Pienso pasarme todo el día en la piscina.
  • ¡No! ¡No! En la piscina un ratito. Yo quiero visitar el zoco, la medina, el mercado ese en el que se compran cosas típicas. Y quiero comer en un sitio típico, y visitar las ruinas, y…

Mi idea de pasarme un par de días tirada al sol, bañándome en la piscina del hotel y bebiendo té helado, se acababa de esfumar, y como si de un efecto especial se tratara, lo siguiente que recuerdo fue estar rodeada de turistas y de gente local que gritaba bonito barato, hola hola “pesicola”, Madrid, yo barça, chachi piruli y muchas otras frases que me hicieron retroceder hasta los años 80, esperando que Naranjito saliese de detrás de una de las cachimbas que se vendían en la medina.
A mi lo único que me interesaba comprar, eran las especias. Buscaba un puesto típico en el que poder regatear, cuando escuché a mi compañera:

  • ¡Mira qué cachimba más bonita!
  • Bonita, bonita y barata. Precio para españolas guapas. Ole tu cuerpo macarena. Muy barato. Shisha, narguile, cachimba. Barata.
  • ¿Cuánto cuesta? ¡Es muy bonita!
  • 100 dinares, barato.
  • ¿Cien dinares, cuánto es? mmmm, si un dinar son…
  • Poco, muy barato. Yo más barato de todos.
  • Vale. Me la llevo.
  • ¿Qué haces? ¿Qué vas a comprar?
  • Esta cachimba pequeña. Es monísima. – el vendedor “ole tu cuerpo macarena” ya estaba envolviendo la pipa en papel de periódico.-
  • ¿Has regateado?
  • No hace falta. Es que es el más barato de zoco. Sólo cuesta 100 dinares y es todo artesano.
  • Tienes que regatear. No le des 100 dinares. Ofrécele 10
  • ¿10? ¿Cómo voy a ofrecerle 10?
  • Ofrécele 10 y no seas tonta.
  • Me da vergüenza.
  • Quita, me encargo yo.
  • Señor, 100 dinares no. 10.
  • 10 no. Tu amiga dice 100.
  • Mi amiga se ha creído que estamos en el Mercado de la Île de la Cité, en París. Yo digo 10
  • No 10. 10 no dá para vivir. 60 para vivir.
  • 10
  • Tú catalana. Agarrada. 50.
  • 15 Dinares y no te damos más. No soy catalana.
  • Tú sí eres. Tu amiga es vasca. Tú eres catalana. Dame 30 y ya está. Un regalo.
  • Soy gallega. Te doy 20 y nos regalas el tabaco de cereza.
  • ¿Galleguinha? 20 eurinhos sin tabaco. Galicia con lluvia. Tú mal humor por la lluvia.
  • 20 dinares por todo.
  • 20 dinares por todo.

Mi compañera, que era valenciana, se quedó alucinada. Lo malo fue que también se le antojó un bolso, después una pulsera, unos pendientes, y por último un minu puff de piel.

Yo elijo. Mi amiga regatea.
Y así me tuvo un par de horas caminando por el zoco.

Cuando volvimos al hotel, estaba destrozada. Un baño en la piscina, una ducha, la cena con los pilotos, un gin tonic, y cuando llegué a la habitación caí en la cama muerta de cansancio.
El hotel era muy bonito. Tenía unos jardines enormes en medio de 2 edificios blancos, árboles y mucha vegetación.
Nuestras habitaciones eran suites y daban directamente a un jardincito privado desde el que se accedía a una de las piscinas.

Todavía no estaba dormida del todo, cuando noté una presencia. Como si alguien me estuviera observando.

Vale. El cansancio, el gin tonic, el mareo del regateo… duérmete Lucy.

Y me dormí. Me dormí profundamente con una sensación extraña. Dormí hasta que desperté de madrugada muerta de sed.
Abrí los ojos y lo ví. Estaba allí, a mi lado, en el suelo. Me miraba fijamente. Sacaba la lengua mientras me miraba con esos ojos.
Me quedé mirando para él. No hubo palabras.
Era el sapo más grande, más gordo y más feo que había visto en mi vida. De hecho era el único sapo que había visto en mi vida. Pero apuesto a que aquellas proporciones no eran las de un sapo común. Era tan grande que estuve a punto de pedirle el messenger (por aquel entonces no existía Facebook, listillos).

Después del episodio vivido en Mahón con las cucarachas, creía que nada más podría sorprenderme. Como siempre, me equivocaba.
Así que saqué los brazos de las sábanas. Muy, muy despacio, y sin dejar de mirar al sapo, marqué el 9:

  • Aló, réception.
  • Hay un sapo en mi habitación
  • Sorry, madam?
  • Hay-un-sapo-mirándome-en-mi-habitación
  • Hold on, please. – escuché cómo hablaban en árabe –
  • …Si señorita Taboada. ¿Cómo puedo ayudar?
  • Señor, hay un sapo al lado de mi cama. ¿Qué hago?
  • ¿Qué es sapo?
  • Pues eso, ¡un sapo! cro-cro-cro. Salta. cro-cro. – yo hablaba en bajito como si el sapo me fuera a atacar si sabía que estaba hablando de él.
  • Cro-cro salta? crapaud? toad?
  • Sí, a toad. A toad is beside my bed and staring at me.
  • Abre puerta de jardín y “sopo” sale de habitación.
  • No, no no… no me entiendes. No voy a salir de la cama. Ven y saca al sapo.
  • Sopo sale si abres puerta de jardín.

Cinco minutos después de convencer al recepcionista de que yo no iba a salir de la cama, llamaron a la puerta.
Toc-toc. El sapo de asustó y saltó al otro extremo de la cama.

  • Señorita Taboada. Puede abrir la puerta?
  • ¡No! Abra usted.
  • Señorita Taboada. No puedo entrar en la habitación si usted está dentro. ¿Puede abrir la puerta?
  • No voy a salir.

Y tras varios minutos de entro/no entro, el chico abrió la puerta y sin siquiera mirar hacia la cama, abrió la puerta del jardín y presionó al monstruo marrón hasta que salió.

  • Ya está. Sopo fuera.
  • Gracias. Buenas noches.

Y así fue cómo el sapo entró en mi vida.
La tarde siguiente, cuando estábamos dejando el hotel, el recepcionista de la noche anterior me dijo:

  • Sopo es bueno, no es peligroso.
  • Sí, sí. Pero “sopo” me dá grima
  • ¿Grima? No sé. Bueno, sopito ya no volvió más a la habitación de señorita.
  • Gracias, Mahdi. De verdad.

Escuché a Maripili que hablaba con otro recepcionista sobre los gastos del minibar:

  • Señorita tiene 2 agua y chocolate. 6 euro.
  • No, no, no. 6 euros es mucho. Te doy 2…

En ese momento supe que había creado un monstruo…

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9 comments

virginia abril 9, 2012 - 18:04

Jajajaja creaste un monstruo enseñando a regatear a tu compañera.

Entre las cucarachas y los “sopos” fuiste servida de animales en los hoteles. Muy bueno, me encanta el blog. Saludos 🙂

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Nuria abril 9, 2012 - 22:58

jajaja pero mira qué poco valiente habías salido! Si era mi habitación lo sacaba al sapo en brazos y con besito de buenas noches (hasta ahora no me ha tocao ningún príncipe, for the record)

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karlosss abril 10, 2012 - 01:44

Como bien dices en las medinas de Tunez te hablan de esa manera, al principio son muy graciosos pero a medida que caminas por alli se hace un poco pesado aun asi son bastante educados y volveria por tercera vez alli. Espero ansioso el proximo post 😀

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Jonatan abril 10, 2012 - 03:16

La verdad, lo de Ibiza ya me tiene intrigado XDD.
Lucía y si era un príncipe millonario al que tenías que librar de un meigallo?
Que poca visión de futuro :P:P

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Alejandro abril 10, 2012 - 16:15

Si, si, definitivamente tenías que haber besado el sapo. Nada, tienes que regresar al hotel y buscarlo.

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Merylou
Merylou abril 10, 2012 - 16:16

Nooooo. puaghhh!

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pilotogaditano mayo 1, 2012 - 12:16

Jajajajaja que gracia maripili regateando el minibar jajajajaja.
Me has hecho reir esta mañana, como casi siempre que leo tus cosas. Gracias lucy.

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MAUREEN mayo 26, 2012 - 05:21

creaste un gran monstruo! Muy entretenido esta.. me encanta su blog 🙂

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Jesi septiembre 3, 2012 - 02:48

Me encanta el blog y a demas viene cargado de humor!! Me has entretenido bastante esta noche, saludos!!

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